Qué recursos, para qué usos

“Tengo una caja boyante, es el momento de invertir en el largo plazo”. Esta afirmación, que seguramente hayamos formulado todos alguna vez, puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas.

Imaginemos una empresa que tiene en el mes de septiembre una caja de 100, que parece elevada (ya que la facturación anual es de 200 y el beneficio de 20), y el empresario decide invertir 50 para renovar sus locales. Pero su actividad tiene mucha estacionalidad y en el mes diciembre tiene unas ventas record de 150, a cobrar en 3 meses, pero también unos costes de 90, a pagar inmediatamente.

Por esta decisión de inversión, esta empresa rentable se va a encontrar al descubierto de 40 (100 de caja – 50 de inversión – 90 de costes sobre las ventas) durante tres meses hasta que cobre las ventas de diciembre. Y se verá forzada a encontrar financiación externa para evitar una suspensión de pagos.

Por supuesto, se debe prestar atención a las necesidades a corto plazo, pero más fundamentalmente hay que distinguir entre qué recursos para qué usos cuando se planifican las necesidades de financiación:

Para los usos, es decir, lo que tenemos que financiar, podríamos hacernos dos preguntas: (I) ¿son operaciones corrientes o inversiones a largo plazo? y (II) ¿Cuál es el nivel de riesgo de dicha financiación?

Haciendo una matriz 2 x 2 : operaciones/inversión y bajo riesgo/alto riesgo. Podríamos distinguir entre cuatro tipos de usos:

Matriz recursos usos Hay que guardar la coherencia entre la fuente y el destino de la financiación

Una vez identificado el uso, se estudia con qué recursos puede ser financiado. Hay que guardar la coherencia entre la fuente y el destino de la financiación.

Por el lado de los recursos, lo primero es evaluar los recursos propios existentes y futuros (es decir la capacidad a generar más caja y reservas). Después, se debe estudiar el coste de oportunidad de utilizar sus propios recursos en función de la coherencia con el uso al que se va a emplear. Como hemos visto en el ejemplo anterior, si una inversión en activos reduce la liquidez al punto de no poder pagar facturas a corto plazo, no se debe realizar con recursos propios y o bien posponer la dicha inversión, o bien recurrir a financiación externa a largo plazo.

Existen muchas fuentes de financiación externa en función del uso y nivel de riesgo. Por ejemplo: en el caso de transformación, los fondos de capital riesgo; en el caso de activos, el leasing o préstamos con prenda; y para liquidez, el descuento de facturas, las líneas de crédito e incluso el descubierto o el retraso en el pago a proveedores. Aunque, quizás haya menos fuentes de financiación disponibles en el caso de crecimiento orgánico. Pero lo importante es asegurarse de que cuando se recurra a financiación externa, sirva para generar valor para la empresa y el empresario.

Qué recursos, para qué usos